Una tragedia

Martín va al colegio. Esa es su rutina básica. De vez en cuando se queda a participar del taller extracurricular de comics. No tiene mucho afecto con sus compañeros ni compañeras, sólo se lleva bien con Nicolás aunque tengan intereses un poco diferentes y él se lleve bien también con los demás varones.
El jovencito en cuestión dice que no hace las tareas y que no estudia en casa, pero lo hace y se nota. Sólo él, otro varón y todas las niñas tienen buenas notas. Sin embargo hay un punto débil que son los deportes. Los nenes y las nenas tienen cada uno a su docente. A los once años muchas veces hay un espíritu de guerra entre los sexos así que es mejor que sea de ese modo. Si un día falta el profesor de los chicos, los mandan a tener clase con las señoritas. A muchos no les importa, pero a Martín sí. Para que sea lo más equitativo posible, en cuanto a entretenimiento, no se juega ni al fútbol ni al hockey, se hace atletismo toda la hora. La maestra hace que los chicos se pongan en duplas y Nicolás encuentra rápidamente a un amigo que lo acompañe. Martín se queda sin compañero. Algunos compañeros de ambos grupos se burlan de él. Entonces sale del baño una nena que se perdió la parte previa y así se arma la última dupla. La primera competencia es salto en largo. Martín pierde y algunos compañeros se ríen porque le ganó ella. Martín se deprime pero no lo muestra. A continuación, sufre una derrota en velocidad. Los mismos chicos y todas las chicas se burlan de él. Hay quienes le dicen que no la puede dejar ganar otra vez, incluso Nicolás. La última competencia es gimnasia. La ligera obesidad que padece este niño le imposibilita la misión ordenada por sus pares.
Desde entonces es objeto de burla. Con frecuencia lo llaman “debilucho”, “gordo”, “inútil” y demás. Hace terapia y cada tanto llora en un rincón de su casa. Ya no se interesa por nada relacionado al colegio. Los padres creen que es algo normal a su edad así que enviarlo con un terapeuta les parece que debería alcanzar. Por supuesto que Martín jamás les contó la raíz del problema. Quizás porque incluso para él es difícil darse cuenta de cómo y cuándo surgió. Pero las cosas siempre pueden mejorar o empeorar. 
Se van de campamento. Al regreso de la caminata, todos corren a las duchas. Para estar lo más solo posible, el adolescente espera que se bañen los demás. Termina último. Mientras se está secando, una compañera se cruza por la puerta del vestuario, que el varón anterior dejó abierta al salir. Ella corre gritando por el pasillo que él es desagradable, asqueroso y que tiene un genital de tamaño muy reducido. Las demás compañeras creen que él salió como lobo feroz mostrando su miembro por el pasillo y que es bastante pequeño. Los muchachos le dicen que está loco, pero tampoco le creen tanto a ella. Nicolás se debate entre salir a defenderlo y ponerse en un lugar social muy peligroso o mantener su cómodo lugar en el grupo. Uno de ellos lo ayuda a decidirse, pero para tampoco ser injusto se define por la imparcialidad.
Los padres notan que Martín no está bien. Aumenta la cantidad de sesiones por semana con el analista. Le cuesta vincularse socialmente, incluso de manera virtual. Entre los tres lo presionan para que comience a hacer deporte y canalice las emociones por ese lado. Empieza a jugar al tenis de mesa en un club cerca de su casa. No le gusta. Sin embargo insiste en ir. Nadie entiende ese deseo. 
Pasado el mes, la madre le pide a un vecino que iba a hacer lo mismo que lo siga. Esa noche hablan por teléfono y él le cuenta que en la entrada del club hay un perro que desde hace varios días estaba moribundo pero ahora mucho mejor tras haber recibido los cuidados del joven. 
A la semana siguiente, en el camino al club, con una correa y un cepillo nuevos, comprados por sus padres para que trajera al can al hogar, lo asaltan. El procedimiento de los malhechores es por demás agresivo verbal y físicamente, abusivo y fatal.

MAR16

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