Un día más

Tuviste un día bueno. Tuviste un día malo. Tuviste un día que empezó bien y se fue poniendo cada vez peor o al revés. Tuviste un día. Te levantaste temprano e hiciste todo corriendo en casa para salir apurado a caminar las 12 cuadras que de separan de la estación de tren y en eso te olvidaste, digamos, de peinarte, algo no esencial. En la boletería, a la que llegaste transpirado, te dijeron que pases sin boleto. Creíste que estaba bien pero como el tren no vino a horario te acercaste nuevamente a preguntar. Te dijeron que la unidad que te tenías que tomar estaba cancelada. Ni agradeciste por la información. Enojado, traspirado y con frío a la vez caminaste otras 12 cuadras hasta la avenida más cercana para tomar el colectivo. Te subiste a los empujones, acompañado de los demás desafortunados.
Cuando fuiste a pagar, el sistema no anduvo. No miraste bien la pantalla como para saber por qué, pero el chófer lo notó y te invitó a intentarlo nuevamente. “Saldo insuficiente”, claro, ese pasaje cuesta más caro que el otro transporte. Te agarraste la cabeza pensando que el conductor se apiadaría pero puso su mano en la palanca para abrirte la puerta cuando de pronto la solidaridad aparece, con una satisfacción que nunca antes te había llegado. Un joven como vos te invitó a pagarte el viaje con la tarjeta. Aceptaste y le devolviste dinero incluso de más.
Viajaste a los tirones hasta el centro, por una autopista colapsada de tránsito. Una persona se descompuso por los mareos que provocaron esos movimientos de avance y freno tan inmediatos. Hoy no fuiste vos. Aunque en el peaje, mientras te pegaba el sol te quedabas sin aire por las ventanas cerradas tampoco te sentiste muy bien.
Te bajaste en el centro, llegaste a la oficina. Te retaron por algo que aparentemente hiciste mal justo después de anunciarte un aumento. Te dijiste que eso era Rock como para hacerte el duro y que no te moleste lo que te estaba pasando, pero lo hacía.
Por la tarde te mandaron a terminar tu trabajo a 40 km de la ciudad. Sabías que ibas a llegar tarde a la facultad. Así fue. Y nadie te pagó los 100 minutos trabajados extra.
El taxista tenía ganas de hablar, vos no. Y menos de política y sociedad, él sí. Asentiste como para no generar diferencias durante todo el viaje, bastante estirado en el último tramo de 10 cuadras, porque llegar a la facultad, ni siquiera tarde es fácil.
Te perdiste buena parte de la explicación. Un amigo te la contó. Hablaste en clase pero el profesor no te escuchó y le dio el crédito de una de tus respuestas al de al lado. Decidiste no hablar más.
Saludaste a tus amigos y saliste caminando a tomarte el colectivo que esperaste 15 minutos para viajar unos 45 hasta tu casa. Llegaste. Descansaste un rato. Cenaste. Se hizo medianoche y estás mirando la tele desganado de todo.
No te preocupes, mañana será otro día.

OCT14

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