Respeto en cinco minutos

El viejo lo miró. Él sabía que estaba siendo observado e intentó evitar el contacto visual. Volteó la cabeza para otro lado. De pronto se sintió más liviano y supuso que ya estaba liberado de la vista del anciano. Disimuladamente se fijó y devolvió la cortesía. Pensó que podía y que aquel hombre que estaba sentado, con la luz blanca reflejada en su calva, se sentiría igualmente de inhibido. No fue así. De inmediato aquel curioso señor retomó la actividad. La respuesta del joven apoyado al lado de los botones que abren y cierran las puertas del tren, fue exactamente la misma que antes. Agregó el pensamiento de un insulto, aunque no sabe si hacia la situación o el observador.
Comenzó a ver el paisaje para tratar de olvidarse del asunto. De pronto su mente viajaba más rápido que todo. El sonido de la guitarra de Skay de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota se volvió su única conexión con el mundo presente y comenzó a despertar en él una sensación de rebeldía, un impulso de salir de lo común y rutinario. Quiso despegarse de su lugar y acercarse al viejo y gritarle que lo deje de mirar que no es un animal de zoológico, sin embargo su pensamiento siguiente fue que no sería propio de él. Entonces comenzó a preguntarse sobre el respeto, qué es en realidad y por qué lo tenemos presente.
Comenzó a recordar varias ocasiones en las que se había tragado injustamente la bronca hacia personas mayores que no merecieran tal consideración. Las analizó, buscó factores comunes, indicadores, consecuencias. Concluyó: el respeto es una invención de los mayores para evitar los conflictos físicos. La verdad es que lo que evita esa violencia es el cariño y deseo de resolver una diferencia de manera pacífica. Ese concepto parece más un medio de ostentación de carrera de vida que otra cosa. Se utiliza para decirles a los jóvenes que son más débiles físicamente pero que hicieron mucho más que ellos, que mantuvieron el mundo hasta hoy. “Muchas gracias, eh, lo dejaron genial” se dijo para sus adentros. Cuando una anciana se sube al colectivo, no se le da el asiento por respeto, es por solidaridad, porque si no se sienta se puede romper sus frágiles huesos. Entonces pareciera que el respeto es un rejunte de solidaridad y cariño, esto último solo en algunas situaciones. Se usa como una violencia simbólica y si alguien no lo tiene presente recibe inmediatamente un juicio social.
Se acercaba ya a su estación. Parecía estar congelado en sus pensamientos. Lo estaba. El tren comenzó a detenerse. Miró al hombre que lo observaba. Las miradas se cruzaron y se mantuvieron en contacto. Él tenía ira pero aquel señor, sentado a unos pocos metros, solo curiosidad y aburrimiento por un viaje prolongado. Esta vez fue este quien decidió evitar el contacto.
Esa fue la bajada del muchacho. 

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